Serena.

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Serena, breve y ágil, mira pasar la noche con ojos quietos, y su perfil de vasija se ilumina con las luces de la fiesta y del alcohol. Todo arde en torno de ella... el fuego apenas roza el granito de tristeza. Serena, silenciosamente mira pasar el tiempo, los besos, las manos, las luces, los amores... hasta que la hoguera de la noche es un rescoldo y a sus ojos quietos no llega el sueño... ni el amor.

Serena, breve y ágil... visita las tiendas del atardecer, se desnuda en los probadores, se pone y se quita lencería rosa o blanca alguna que la haga contrastar con el color de su alma, mientras le cantan los espejos. Serena consume un tabaco amargo o deja arder su cuerpo desnudo en el espejo del probador, mientras la ciudad se ilumina de paraguas. Serena, blanca, y flaca esta desnuda al piano y da suelta a unas notas como mirlos, o se calienta un té en el pequeño horno para tomarselo frio, o se masturba con el agua de la ducha... Serena gita en el ataque o en el amor, y Beethoven la mira en silencio, mientras extiende finas lociones, cremas sofisticadas , fragancias exquisitas, luces por todo su blanco y terso cuerpo... cuerpo que por dentro se está pudriendo.

Convive con unos gorriones que duermen en el piano y entierra lámparas debajo de la cama. Serena, ocre y pecosa, ríe o canta... Serena de sidra y de risa habla en la entraña de los trenes, visita la nieve de las alturas y llora un llanto verde y silencioso. Serena y sola... bebe el alcohol de la culpabilidad y duerme entre paja y muñecos de celuloide...

Serena y oscura por dentro... serena y densa... serena ligera, serena íntima y blanca... unos pasos de mujer por la ciudad y este canto a la criatura solitaria, a lo femenino eréctil, a la erosión de la luz decantando o consumiendo unos cuerpos.
Ilustración: Mary Jane Ansell
Texto: Mónica L.

3 comentarios:

Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] dijo...

Oh! los probadores y la atmósfera impregnada de aromas de las más exquisitas fragancias... entonces, si ni Doña Serenidad se salva de llegar de manera compulsiva [casi enfermisa] a donde las mujeres tratamos de mitigar nuestros abismos emocionales: ¡las tiendas!, entonces dudo mucho que en otro estado anímico podamos desprendernos de tanta banalidad femenina que, admito, me ha hecho ser feliz más de una vez, aunque sea efímeramente.

Madame Monique dijo...

Comparto contigo el mismo y efímero placer mi querida Lilith!, aunque es verdad... por un momento no existe nada ni nos importa más que saciar nuestro capricho, en algunas vicio... pero hasta tal adicción tiene un precio, precio al que aún no eh llegado pero empezaremos a probar.

saludos!.

tonymoca dijo...

Bella manera de expresar, de contar, bello relato, se nota tal serenidad, incluso hasta soledad.

Saludos.

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