In Memoriam a mi sabueza.

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¡Que estúpida la plenitud de este día!, ¿a quien pretende engañar este cielo azul?... eran tus ojos los que cuajaban azul del cielo, tu pelo adoraba la calidad del día, lo que queda después... es un universo fluctuante, vaguedad de primavera y promiscuidad de sol, tiempo y muerte a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más. Pequeña soldadita rubia que mandaba en el mundo te perdí para siempre, tu alma ahora cuelga inocente de un gancho frio, te has dormido en lo más profundo.


A pesar de saber que el momento sucedería nunca se le extienden los brazos a la muerte, como invitándola a llegar y encarnar en un cuerpo que no es de ella. La vida, asesinándote lentamente se ha dado muerte a si misma, ha perdido su sentido y pagará su crimen en tardes de sol en las que nadie cree y anocheceres de niebla donde nadie es feliz. Año tras año… más que compañía, el orgullo de mis alegrías, protectora de nuestras vidas, un ser adorable que tanto enternecía, rodeada siempre de gente, acariciada por manos conocidas y extrañas, pienso en el borde fresco de tu corazón pequeño y me pierdo en la inmensidad de bellos momentos, momentos que vivirán eternamente en fotografías y recuerdos desde el primer día que entraste a nuestros vidas que jamás nadie podrá enterrar.


Aturdida de dolor, es difícil permanecer dormida… diminuta, sonriendo sin temblar… como queriendo pretender que pronto todo sanará. Recuerdo y se nubla la vista, se me inundan los ojos desamparados y en dos segundos interminables ríos vuelven a correr por mis pálidas mejillas desembocando en la tristeza hasta terminar exhausta de ausencia, rostro mojado… embriagada de aflicción y desconsuelo. Dejo a mi cabeza asfixiarse, las pestañas se me empapan, la sangre de la herida… goteo rojo de vida para que todo se borre y yo me reduzca a mi dolor… dolor vagando por mi cuerpo como un murciélago gris y ciego, la fiebre, el miedo, me vuelvo color azul, mi boca se resiste a pronunciar palabra, emitir sonido. Y llueve, llueve entre la boca entre las extremidades , entre el hígado que gotea sabores, entre la medula que se quema de avispas hambrientas, lo que queda de mi mirada: grita, ensordece tanto como el rayo a previa tormenta de una noche donde silba el viento donde formar llagas de tanto crepitar, tengo abierta el alma y se me consume el pecho, de modo que me crece la pirámide, el espacio sagrado, la cripta donde te llevo, entre dos costillas, entre el epigastrio y el sentimiento. El tiempo, ese caballo que llora como una maquina semental me pedirá silencio… silencio en donde pueda fluir sin escalas y directo a un cielo que aún no conozco. Quizá sea un cielo vacío entreluces y entremuertes, o quizá un cielo más amable en donde algún día nos vuelvan a inventar, en donde algún día nos volvamos a encontrar, en donde volvamos a conocer la felicidad. Pero por ahora solo quiero llorarte, llorarte de noche con lágrimas que quemen la oscuridad y volver a quedarme dormida… trance en el que empiece a desbordarme hasta que mi cabeza ya no me aguante pensando que desde allá arriba tu alma descansa tranquila y con nuevas alas que te iluminan tu me esperas y me cuidas bella soldadita. Jamás te olvidaré.  Q.E.P.D.